sábado, 28 de abril de 2012
Y con el paso del tiempo he aprendido que no siempre es lo que uno
quiere. Que si algo puede salir mal, saldrá mal. Pero que después nos
esperan tiempos mejores. Porque dicen que después de la tormenta llega
el arco iris, y sí, me aferro a ello. Y espero que mi grandísimo arco
iris llegue pronto, porque estoy cansada de vivir bajo la lluvia. Me
aferro a todo lo que oigo aunque parezca una tontería, pero es así. Me
aferro a lo que quiero que suceda, a lo que me mantiene en pie, aunque
sepa que el pilar al que estoy atada no es más que aire sin
consistencia. Me aferro a una palabra, a una mirada, a una persona. Me
aferro a cualquier cosa que me pueda hacer feliz al recordarla. Pero
después de recordar millones de veces algo pierde la gracia, la
credibilidad, la realidad. Porque hasta la realidad es irreal. Así que
prefiero no pensar en el futuro, ni tampoco en el pasado. Prefiero
vivir el presente atada a cualquier gesto que me mantenga en pie para
no derrumbarme. Porque, aunque se está mal, se está mejor que en muchos
otros lados. Y las lágrimas son más llevaderas si algo te hace sonreír
cuando pasa por tu cabeza, como un fuego artificial. El efecto dura
escasos segundos, pero te mantiene feliz. Estoy atada por un débil
hilo, colgando en lo más hondo de mis pensamientos. Pero cuando miro
hacia el hilo, sonrío, porque está formado de recuerdos, de sonrisas,
de palabras, de miradas, de abrazos. De personas. Personas que han
llegado a tu vida para hacerte feliz, pero que sabes que en cualquier
momento se irán. Y nada volverá a ser como antes. Pero el futuro es
lejano, aunque sea próximo, por eso prefiero no pensar en ello y seguir
sonriendo aferrándome a lo que sea. Y punto. Fin.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario